Es complicado definir los problemas de conducta, puesto que existen muchas manifestaciones que podrían caer bajo esta etiqueta. Por lo general, hablamos de problemas de conducta cuando el niño presenta comportamientos disruptivos y desadaptativos de forma muy frecuente; estos comportamientos constituyen un desafío a la autoridad y control de los padres, y ocasionan problemas en casa, en el colegio y en el resto de ambientes donde se desenvuelve la vida del niño. La desobediencia y rabietas constantes, la agresividad o el negativismo son algunos de los problemas de conducta más frecuentes. Hoy en día este tipo de problemática constituye uno de los motivos de consulta psicológica más frecuente por parte de los padres de niños pequeños y adolescentes; los problemas de conducta parecen ser cada vez más frecuentes, más intensos y manifestarse a una edad más temprana.
Al igual que con otros trastornos infanto-juveniles, debemos tener especial cuidado a la hora de colocarle a nuestros hijos la etiqueta de un problema de conducta. Los niños son niños, y es normal que criarlos sea difícil, que a veces desobedezcan o prueben nuestra autoridad y que a ciertas edades sean propensos a las rabietas. La clave de los problemas de conducta es que suponen comportamientos que se salen de la normalidad para la edad del niño, se trata de algo más complejo y más grave que “portarse mal” de vez en cuando. Debemos plantearnos si la conducta de nuestro hijo le está ocasionando interferencias significativas en su desarrollo personal y familiar, en su relación con otros niños de su edad o en su ambiente educativo. Si efectivamente este es el caso, se debe acudir a un profesional de la salud mental que pueda estudiar el caso y desarrollar un plan de tratamiento para el mismo.
Las siguientes características son algunos de los signos más comunes en niños con problemas de conducta; como hemos dicho, no debemos perder de vista que hablamos de casos en los que estas características sean demasiado intensas o impropias de la edad del niño:
-Rabietas constantes como forma de llamar la atención o conseguir lo que quieren.
- No aceptan un no por respuesta, no toleran la frustración.
- Se niegan sistemáticamente a obedecer órdenes o respetar normas.
- Negativismo: dice que no a todo y parece no estar contento con nada.
- Desafían la autoridad de los padres y pueden llegar a enfrentárseles abiertamente.
- Presentan comportamientos agresivos o violentos (pegar a otros niños o incluso a los padres, romper o tirar cosas al suelo).
- No controlan sus emociones ni sus impulsos.
Los problemas de conducta en niños y adolescentes necesitan de la colaboración de toda la familia para poder solucionarse. Especialmente en casos en los que el paciente es aún muy pequeño, la terapia suele centrarse mayormente en los padres, pues de sus modelos de educación y crianza dependerá la solución del problema. En estos casos, el psicólogo o psicóloga se centra en proporcionar a los padres herramientas de disciplina, pautas a seguir para reaccionar al comportamiento de sus hijos y formas efectivas de castigo y recompensa para poder moldear las conductas de los niños. Se diseña un plan integral de modificación de conducta que los padres deberán poner en práctica en casa; en algunos casos, también se diseñan planes a seguir para la escuela. Además, en los casos en los que el paciente ya es lo suficientemente mayor, se trabajan con él el control de emociones e impulsos, la agresividad y el manejo de la frustración.